Cuando te elevas sobre el paisaje, aunque solo sea por unos metros, tu visión se transforma. Desde lo alto, las fronteras que abajo parecían rígidas se suavizan, y los detalles cotidianos cobran otra dimensión. Podrías contemplar calles antes transitadas como simples líneas serpenteando, edificios como pequeñas formas geométricas y, a la distancia, el horizonte diluyendo colores en el cielo.
Y al regresar a tierra firme, llevas contigo una sensación renovada; un cambio sutil en la mirada que te invita a valorar tanto el detalle cercano como la amplitud que te ofrece la distancia.
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