La Navidad ilumina con su brillo de guirnaldas, bombillitas y reencuentros familiares, nos envuelve en el calor de la esperanza y despierta en muchos un, pequeño al menos, espíritu solidario. Sin embargo, también proyecta sus sombras: la soledad se hace más palpable para quienes no tienen con quién compartir la mesa; el consumismo a veces ahoga la verdadera esencia de la celebración, y los recuerdos de tiempos pasados pueden teñir de nostalgia las fiestas. En ese contraste entre luces y sombras, la Navidad refleja tanto la calidez de la unión como la fragilidad de los corazones que, aunque rodeados de luminarias, anhelan una luz más profunda y sincera.
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